Perdí la practica de escribir. Dejé de escucharme por un tiempo, por mucho tiempo. Pensar en inglés inhibe mi habilidad de divagar y transitar por las sombras de mi aliento.
La practica entró por los talones, subió y se sentó en las rodillas por un par de segundos para admirar el panorama, llegó a las caderas, manchó el corazón y subió hasta el cuello apretando la garganta. Bailando con la agonía, secando el barro con lágrimas
y descansando en el movimiento continuó
y llegó hasta la cabeza
y apagó el sentimiento.
No me reconozco ni en el cansancio. No me sorprende inhalar. El camino que se presenta como la unión entre la pausa y la partida se adueñó de mis diptongos.
Los balcones de mis sorpresas están traducidos.
El rio suena,
El lago presume sus olas con el viento. El mar.
Los dedos no saben como bailar en el español.
El sabor de toda esta nostalgia me hace sentir,
tal vez,
en casa.
Mi corazón ya no olvida la aduana, el origen, el destino, ni la ilusión del volver a casa.