29 noviembre 2009

Reacción

Ya es casi clásico decir 'que rápido pasa el tiempo'. La vida cargada de actividades de pronto nos cansa. No sólo para que lleguemos a una cama para caer rendidos a dormir. En determinadas ocasiones nos cansamos de no conversar, de no disfrutar y de no compartir, entonces llega el día viernes y el carrete destructivo termina con nuestros ánimos y nuestro lenguaje.

Nuestras costumbres ya no son determinadas por los diálogos, la compañía, la sociedad, el nivel de divagación mental o los sueños. Sino por el tiempo, el ritmo frenético y desorganizado nos lleva a morirnos de aburrimiento en un momento y a estar estresadísimos en un periodo muy corto de tiempo.

Crecimos e incluso a veces no tomamos conciencia que de nuestra vida cotidiana tenemos que sacar los valores, la dirección y el recorrido inicial de nuestras percepciones. La respuesta del porqué y el cómo fluimos no está escrita en los libros ni será comentada en un telediario.

Pero eso, como dije antes: el tiempo determina nuestras costumbres. Estamos en un periodo donde reaccionar es la primera acción a seguir, como si fuéramos un modelo físico-matemático. ¿Qué pasó con el concepto de 'meditar', de 'sentir'?. Pensamos en cómo conseguir cosas y no en lo que tenemos al percibir.

No sé si tenga algo que ver, pero estos días, he aprendido a vivir con una sensación conocida, que está de hace varios días, que convive conmigo desde hace meses. pero que se ha transformado. Cambia por determinación natural, de pronto me hace dibujar, divagar, pensar, confabular y en otras me suelta. A pesar de todos esos cambios, me he sentido feliz, no sé si tenga que ver con las esperanzas. Porque tiendo relacionarlo a lo agradable que es la sensación, que ya se ha transformado en sentimiento. Y porque tiendo a relacionarlo con mi capacidad de asombro respecto a las escenas vividas, pues ha quedado con la boca abierta.

En estos momentos sonrío, por recordar (mentira, está muy presente) y por sentir.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario