No, no tengo mayores palabras, ni tampoco explicaciones muy elaboradas. No me caracterizo por ser intelectual, ni mucho menos una persona con un pensamiento muy elevado.
Sencillamente me considero habitante de sensaciones primitivas y elementales. Por eso, casi todo es visceral, explicable, mutable y optimista. Porque si, en el origen las cosas huelen bien, saben bien y se disfrutan muchísimo.
Últimamente la comunicación con mi cuerpo está extraña. Y obvio parecen las explicaciones cuando la elongación no está bien, cuando determinadas partes no tienen la distancia adecuada con las otras; cuando la postura, la alimentación, el aire y la forma de respirar no van bien. No creo que existan reglas ni dogmas para guiarse por un buen comportamiento o actividad. Más aún me cuesta creer en que el cuerpo pueda estar conectado con la mente, porque aun no puedo definir qué es la mente, o al menos qué es mi mente.
Por esta razón sólo apelo a que mi cuerpo tiene que estar en estados netamente agradables: flexible, activo, despierto y fresco. De esta forma la dinámica se vuelve más placentera. Pienso que salir a correr, dormir, caminar, andar en bicicleta, bailar o saltar nunca deberían dejar de ser las actividades favoritas.
Y por esta razón, creo que mi distanciamiento con esta dinámica vuelve mis tardes más oscuras, mi piel más tensa y mis pensamientos más determinados. Que fácil resulta proyectarse en otros cuerpos cuando no nos sentimos a gusto con el nuestro. Que difícil es retornar a la conciencia, y que simples se vuelven nuestras emociones al proyectarnos en otros cuerpos.
Sencillamente por eso entiendo ciertos gustos, porque producto de trabajos y dinámicas incorrectamente físicas y emocionales, las proyecciones y necesidades se vuelven tan evidentes, determinadas y faciles.
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