22 abril 2012

Autocondena

Cuando no vivía en Santiago mi vida era especialmente mágica de visita a estos lugares. Estoy seguro que conocí muchos mas lugares encantadores viviendo aquí todos los días y a cada momento, que en las visitas anteriores; que por lo cierto fueron espontáneas y mágicas. Nada de mi mundo cotidiano tenía relación con ir a Santiago mas que el terminal de valparaiso.
Cuando llegué a vivir a Santiago fue inevitable la junta en lugares nuevos y acogedores. Todo fue tan excitante que creía vivir en ese estado permanente de alegría que para mi estaba prohibido compartir con mi dinámica cotidiana. Pero los días pasaron y tener una vida tan desagradable como la del Santiago cotidiano me hizo sentir que había caído en picada sin darme cuenta de forma tan estrepitosa, que aquel escenario desapareció por completo. Para espantar la tristeza que había destruido mi escenario por completo, dormí.
Los días pasaron de la misma manera como uno suele odiar un domingo cuando uno ama el trabajo de oficina su. reconocerlo. Así mi vida e esta ciudad cambió desaparecieron las emociones y los escenarios. Y esto ultimo no fue porque empecé a mirar las grietas y la suciedad, al contrario. Fue porque...

De esta ciudad definitivamente no formo parte de la forma que viví.

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