Otra vez sentí que se me habría la cabeza como cuando era pequeño y me daban esas puntadas donde no sabía que hacer y apretaba mis manos, mis ojos y la boca pero que no pasaba nada. Intentaba pensar en el cielo azul que podía ver desde el ventanal de mi pieza, seguía sin pasar nada.
El dolor se hizo mucho más intenso y cuando recién pude abrir los ojos después de cuatro segundos aproximadamente, comencé a recordar:
Estaba en medio de Errazuris y como siempre, era de noche, las bolsas volaban, los autos no pasaban y el cielo, muerto y descalzo se atrevía a sobrepasar con sus colores el horizonte.
Miré desde muy lejos, pero no lo que estaba sintiendo, sino a mi cuerpo desde una distancia considerable, tímido, con pensamientos amargos y con los bolsillos llenos de angustias, de esas que llegan una vez al mes en forma de agradecimiento por el buen desempeño que has tenido al limitar los deseos de las otras personas y al fortalecer las ideas como unidad, soledad y egoísmo.
Veía como comenzaba a caminar con mis ojos tan perdido que los planos y las calles se mezclaban entre altas y angostas construcciones grises, las calles perfectamente pavimentadas se desnudaban con sus líneas blancas y su basura por los bordes. Ahí, en ese mismo instante, vi como una oficina de tiempo parcial, con aire ahogado y persianas, dejaba fluir los pensamientos y conclusiones de quienes dicen que te van a mantener para que logres olvidarte del sistema el cual supuestamente te puede manipular y mantener en un estado deficiente, condenado a palabras y términos complicados los cuales envuelven un tímido y débil pañuelo de contradicciones llamado subdesarrollo. Creo que no conocen las heridas del héroe que se está perdiendo y que está agonizando frente a un gran globo llamado la nueva libertad, y ya que no se acostumbraron a ella prefieren terminar por eliminarla (la sociedad).
Después me di cuenta que mis zapatillas negras de lona, avanzaban a cordones sueltos, mecidos por el aire y repitiendo esto una y otra vez contra el suelo, que no dejaba de ser observado por mis manos que continuaban guardabas y por mi espalda que se inclinaba con más inseguridad que soledad.
Estaba cansado, cansado de pensar, de correr y de que tenía que darme cuenta que las llaves de mi auto estaban incómodamente dentro de mi media derecha tirando mis bellos y hablándole a mis pasos, todo esto por seguridad, Mis nervios tiritaban ya dormidos queriendo escapar de mi camisa sudada por el frío de la madrugada. Corrí deseando que esta fuera la última vez, dejando mis bolsillos rotos y con mis cordones a merced de una caída que terminaría por repetirle a mi fe que ya no quedaba más por hacer. Extrañamente encontré un edificio de sollozos en una plaza estéril que se cubría de espejos y de desilusiones, llegué frente a él, por suerte primero con mi cuerpo y después con mis deseos:
Estaba destrozado, mi expresión se había mantenido en el tiempo, mis labios seguían sin quebrarse, y mis respiros frente a mi reflejo terminaron por recordarme que estaba un poco más calvo, un poco más arrugado, con la voz un poco más lastimera y con mi manzana de Adán que explotaba cada vez que tosía. Mis oídos se detuvieron con un silencio que entorpecía los bajos de mis membranas, luego el viento tragó mis emociones unos metros más hacia arriba, y comencé a mirar todo lo que ocurría como en un texto de ‘desolación’.
Los olores comenzaron a pensar en mi cansancio, volví otra vez donde estaba, parado frente a la plaza del villano que le vendió sus errores a la gente, que fue aplaudido por las lágrimas de los más débiles y que protegió a los escarabajos con orgullo y sal.
Al mismo tiempo que decido buscar en mis medias las llaves de mi auto para poder volver a mi puesto de trabajo, me encuentro con mi sombra, con mis rodillas afectadas y con que ya no solo no es de noche, sino que estoy rodeado de energías moradas, rojizas y sutiles que salen de la boca de las personas y las mezclan con todo lo que pretenden lograr.
Encuentro las llaves de mi auto y deseo evitar a aquellos podrían creer que estoy enredado en su mismo círculo del orden y de soberanía hacia el equilibrio.
Encuentro mi auto, rojo, reflejado más por las nubes que por el sol. Entro, acomodo mis heridas, y tapo mi alma con la protección que permite negar el destino de los inválidos: el motor comienza a llorar y acomodo el espejo retrovisor.
Espejos.
Esperando asfixiarme con el calor que divinamente dejan entrar estas seis ventanas, me doy cuenta que aquí si puedo verme rendido frente a lo que toda mi vida quise, Estoy empapado en agonía, y mis manos casi como reflejo llegan a mi cuello queriendo respirar para poder aunque sea dejar escapar las últimas ideas que mi corazón logra completar, no puedo, ¡no puedo quitarme la camisa de fuerza que envuelve y mata mis errores!, ¡no puedo dejar ni siquiera fluir mi imaginación para decir que estoy siendo ahorcado por esta maldita serpiente color azul marino o que mi ojos prefieren ver molinos de vientos a un árbol colgado simulando que la tranquilidad puede entrar de la mano de la armonía a través de los reflejos!.
El aire ciega el movimiento de mis miradas, aturde el ritmo de mis manos para intentar liberarme de Dios y termina por reventarme la piel.
Toco mi cabeza y está como siempre, abro la cortina y me aseguro de que el sol sigue entrando por la ventana, salgo al living a mirar como las personas viven.
Tengo que ir a contarle esto al mar, aunque sea para que con sus olas ignore mis emociones que no han intentado tener sentido 19 años, sino tan solo dos, bajando su marea o mojándome como lo hace cuando simplemente tiro palabras que carecen de sentido fuera de mi piel.
Estoy frente al mar, te pido disculpas:
"Al fin y al cabo el tiempo pasa tan lento, que por él voy a poder lograr recuperar las instancias en las que pueda disfrutar de mis caídas, que sé que duraran más de cuatro segundos y que las palabras de mi conciencia, de mis canciones, y de lo que puedo llegar a sentir, lograran ver que mi piel se está estirando. Sé que ahora lo hace hacia afuera, encontrando palabras, negando la ausencia de las conclusiones y de las excusas.”
Aunque te aprezca bastante incrédulo, leí toda la entrada del día de hoy.
ResponderBorrarMe acuerdo hace algunos años atrás, cuando me llamabas o yo te llamaba para alcanzar la micro que nos llevara unos cortos 15 minutos a casa para, poder charlar, luego del colegio.
Extraño eso (: