Desechamos de las palabras obvias como si llevasen mentiras bajo la manga. Sacamos el verde transformado en la maleza de forma constante para seguir alimentando la tierra de nuestra voz con abundantes colores. Y los colores nunca hablaron por nosotros, nunca nos dejaron siquiera una linea en el rostro porque no son mentiras, sino diferentes velocidades y frecuencias, que inevitablemente en algún instante, pueden tirarnos a una incomoda incertidumbre. Los colores, en su determinada frecuencia, son las palabras más contextualizadas de las cuales no nos podemos despojar.
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