Junio, 2013

Estar en casa, después de trabajar, de llegar del supermercado, de olvidar llevar algo cuando salimos y para volver a tomar lo que dejamos, llegar de una reunión o de un carrete para seguir con algo que probablemente terminará en un inicio cíclico muy similar, es algo que no e vivido hace más o menos un año. O sea ahora lo estoy viviendo, pero de una dinámica completamente diferente.

Quiero tratar de describirlo.

Cuando salí de casa con la decisión de viajar mi vida cambió por completo. Y esta es una frase con mucho peso que ni siquiera entendí los primeros meses, porque estaba abrumado por todas las nuevos episodios que enriquecían mi cotidiano de sabores diferentes.

Hace unas semanas, me junte con unas amigas chilenas y una argentina. Que llevan un par de meses viajando por acá. Estábamos en un concierto y de pronto suena una canción que todos parecen conocer, yo pregunto de donde es y me dicen: De acá po, es kiwi!. Lo que retumbó en mi cabeza como un pestañeo hacia tomar conciencia de esta nueva realidad, ésta en la que llevo 13 meses donde las radios tocan otra música, la gente se saluda diferente, la gente ríe diferente y un sin fin de comportamientos que finalmente podrían lucir característicos de una sociedad diferente.

Aunque aquí, en estas líneas no hay referencias a la hostilidad de las diferencias, porque después de salir de la cotidianidad que habitaba en mi en Chile, sigo acá desprendido y asombrado de cada elemento que conforman mis días.

El hecho de no saber que en la radio suma y son embargó me es familiar. Que de estar a 15 horas del norte de mi país, aquí estoy a 6. y que entre medio hay volcanes, desiertos, aguas termales, bosques, lagos, ríos, playas al oeste y al este. Que hay una isla al sur llena de bosques y algunos casi selváticos con aguas calipsos y montañas.

El solo hecho de poder ver un amanecer desde el mar y ver el atardecer también desde el mar desde el otro lado y en un solo día me excita lo suficiente como para poder enamorarme de la tierra y de sentir las mismas ganas desde que tengo uso de razón por el querer caminar, oler, y disfrutar. Que básicas emociones y es sin embargo pareciera como si fuera lo necesario para sorprenderse a uno mismo con una sonrisa.

Aún no puedo definir la magnitud del cambio que he provocado. Pero sin embargo creo discernir algunos detalles y hábitos que ya no están forman parte de mi dinámica.

He dejado de comparar y estar pendiente en estimulos, he comenzado a hacer más y ocuparme más en vez de preocuparme, a pedalear más, a estirarme más, a aprender más y a soñar más.