Estaba caminando cerca del paseo La Torre, en Villa Alemana. Mis piernas dolian como de costumbre por el cansancio de la tarde.
Eran las rodillas, era la mochila, era la rutina.
Vi de pronto unas cinco personas haciendo un graffiti entre una muralla y una casa municipal. Las letras con los colores le daban mucha vida al lugar. Eran letras y dibujos de amarillo, rojo, verde claro y azules. Seguí caminando para ver como avanzaba todo. Me detuve en una galeria, junto a otras personas a mirar el trabajo en proceso.
En no mas de cinco minutos llego un camión amarillo de la basura. Se baja el primero, y en el momento en que se acerca a uno de los artistas, recibe un gran golpe en la casa. Se escucha todo desde donde estoy.
Se baja otra persona del camión amarillo y va a defender a su colega ya en el suelo. La pelea es entre cuatro. Todos son pelados. Los que estamos al frente de la estamos asustados, expectantes, queriamos ver como terminaba la obra y ahora, no sabiamos escapar o quedarnos.
Uno de los niños que estaba junto a mi era el hermano de los graffiteros. Al saber que yo me encontraba de visita, que mi casa no estaba en Villa Alemana me preguntó de forma peyorativa por qué no estaba en mi hogar. Por qué no me importaba defender mi tierra y por qué estaba de ahi para hablar de como eran las cosas en otro país.
Me sentí cobarde, incorrecto, asombrado. Atónito por la respuesta de un niño de unos 13 años que ama a su tierra mas que la mia, sin dialéctica, sin discursos intelectuales.
Queria corregir mi respuesta, decir como deberian ser las cosas. Pero iba a caer en la retorica del primer mundo, de la injusticia del presente.
Me fui, tome un auto, me confundí entre la pista derecha e izquierda. No veía absolutamente nada. Me detuve en un semáforo mientras hablaba por teléfono con mi papá y le comentaba que no veia nada, que queria frenar, que iba a chocar en cualquier momento.
Me desperté
volverás a villa alemana?
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